miércoles, 16 de enero de 2013

Nuevo fragmento de "Los tulipanes....


Audaz como si hubiera sido agraviado, continuó su excitante persecución, abandonando la playa. La vio pasar por las calles de baldosas relucientes y por plazas que desprendían un profundo aroma a raíces, a tierra y a estercolero. Ella seguía caminando sin saber que dos hombres sufrían por ella. Al llegar a una floristería se quedó observando los cubos de flores y las macetas que llenaban parte de la acera. Un hombre joven que acababa de salir del establecimiento le dedicó una amplia sonrisa y luego le regaló una rosa sacándola de uno de los cubos de cinz llenos de flores a rebosar. Ella agradeció el regalo depositando un beso en la mejilla del hombre. Acercó la rosa a su nariz y la olió profundamente.
Sus cuerpos se habían acercado bajo las  guirnaldas de jacintos y siemprevivas que serpenteaban sobre sus cabezas. No había tulipanes, o al menos él no podía ver ninguno desde el lugar en el que se encontraba. En cambio, en la larga mesa situada en el centro, las flores de azahar se apretaban en un jarrón como pensamientos atropellados; cabezas decapitadas de crisantemos componían una corona tupida y redonda en el escaparate.  Lucía estaba feliz en aquel lugar. ¡Le atraían tanto las flores, que vendía besos a cambio de una triste rosa!

Augusto notó el latigazo de los celos golpeando insistente. Le daba rabia sentir tanto amor desperdiciado, que hasta la saliva le sabía a ceniza. Sorprendido en su infelicidad, se abandonó  a este nuevo sufrimiento que le dejaba una señal silenciosa, el vivo escozor de una quemadura que deja huella en la piel y en la memoria.

Un ligero e incontrolable temblor en los labios le puso sobreaviso. Sabía que si se dejaba llevar por su instinto estaba perdido. Lo que conocía de sí mismo le mantenía alerta, y lo que desconocía le asustaba.

lunes, 14 de enero de 2013

Entrevista en Radio Pineda


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Entrevista en Ràdio Pineda
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En esta entrevista hablo de mi novela "Los tulipanes son siempre un buen comienzo" de forma amistosa y distendida con María Josep Hernánd...


 

miércoles, 9 de enero de 2013

Fragmento "Los tulipanes....






“Ahora las cosas se insinuaban sin llegar a concretarse del todo,  se ahogaban en la maraña de sobrentendidos,  en el hondo cajón del absurdo. Los silencios expresaban más intenciones que las propias palabras. Augusto empezó a hacer gala de una irritante sensibilidad, de una fastidiosa fijación por el detalle. Algunas veces  pensaba que Lucía era el trofeo de su padre, el coleccionista de casas, de coches, de criados, de sellos, y ahora también de electrocardiogramas. El emperador, con su toga de color púrpura, su corona de laurel y los demás atributos que corresponden a un verdadero César regresando de su periplo por Egipto”

http://micromecenatge.lacomarcaledicions.com/productes/los-tulipanes-son-siempre-un-buen-comienzo

Fragmento de "Los tulipanes.....


“A su alrededor, podía observar una pequeña muestra del denominado “tejido social”, desde el parlanchín que no paraba de hablar por el móvil, hasta el buscavidas, el que no tiene más remedio que vivir, o malvivir, de su arte,  hasta el chaval que se esconde en el baño para fumarse un porro, o el sudoroso padre de familia que se afloja el nudo de la corbata y posa su mirada triste y melancólica sobre las nalgas prietas de una chica con tejanos cortos. Después de todo, no tenía tan mala suerte. Podía estirar discretamente sus largas piernas y ocupar una parte del pasillo, o bien podía ceder su asiento a aquella señora mayor que esperaba ansiosa una plaza. No tenía mala suerte, pues no viajaba en transporte público por necesidad, sino por gusto.
Miró por la ventanilla. En el tren, las prisas se diluían en el tono suave del atardecer que coloreaba el agua con un esplendor somnoliento. Había que estar muy atento para descubrir el elemento perturbador, la china en el zapato, el espacio vacío entre los dientes, la fatiga y la ansiedad. Apenas una sombra en las miradas, apenas un movimiento oscilante, una palabra de queja o de duda  daban la medida del enorme esfuerzo que supone la vida”.


miércoles, 2 de enero de 2013

fragmento de "Los tulipanes siempre son un buen comienzo"




“…Esta desmesura era precisamente su mayor atractivo. Sus pechos, que rebosaban ampliamente las medidas de la blusa y del clásico corsé de su época, parecían mirar desde arriba con el descaro de una raza hecha para los placeres, la admiración y el escándalo. Don Augusto adoraba a su bisabuela, que murió cuando él tenía seis años. La consideraba una especie de madre universal de toda la especie femenina”.


Novela "Los tulipanes siempre son un buen comienzo"


“-¿Cómo es que un flaco puede llegar a sudar tanto?- le dijo un día a Felisa.
-Usted no suda, se acalora, si me permite que le diga.
- ¿Me está diciendo que soy fogoso, Felisa? ¿Fogoso como el que va buscando bragas en el metro, o tetas en la playa, fogoso como el que se asoma con descaro al escote de su secretaria, fogoso como  John Malkovich en aquella película…
Ella bajó la mirada, tan gazmoña, tan aparentemente virginal y modosita, mirando uno de sus relojes- llevaba uno en cada muñeca- el más pequeño y modesto, tan anticuado que parecía un regalo de su primera comunión”.

fragmento "Los tulipanes siempre son un buen comienzo"


Llegaron hasta el cerezo, que aparecía iluminado con una tenue luz que provenía de unos plafones cuadrados encerrados en pequeños nichos en el suelo.
- Mañana mismo mandaré cubrir este árbol- dijo D. Augusto, alzando la cabeza para contemplar el exuberante manto vegetal y aéreo- De lo contrario, los pájaros acabarán por dejarlo pelado. Y eso no sucederá de ningún modo. ¡Nos daremos un festín de cerezas!
Los ojos del magistrado brillaban en la oscuridad del jardín, y adquirieron de pronto la fijeza hipnótica de los de un búho. Se contenía porque tenía miedo de su pasión. Sus labios apretados manifestaban la violenta resistencia de su interior, su apego a la vida y sus dones, que se ofrecían con aparente sencillez como los frutos maduros del árbol que se erguía robusto y concupiscente como el árbol del paraíso. Deseaba que ella hablara, que le diera la réplica para borrar la absurda tristeza que brotaba de lo hondo de su pecho.