martes, 22 de agosto de 2017



Creo en los espejos.


Creo en los espejos,
en sus sentencias infalibles
desde su lente de aumento en el centro del azogue.
Cuando entro en sus avenidas
un rayo remoto me atraviesa
como un paso a nivel sin barreras
que invita a arriesgar al otro lado.
Una última protesta, el verano se deshace
como hoja pisoteada
y quiero permanecer en lo conocido
ahora que encontré una dirección cierta
en el edificio con raíces oscuras
de los recuerdos.
Ahora que encontré un banco de jardín
con vistas a una pantalla gigante
de engañosa felicidad y peces
que desovan sentimientos confusos.
Vamos, vamos, no es una tarea sencilla
ni está libre de impurezas
como esas hojas verdes del Montseny
que forman arabescos mientras cruzo en coche
y un leve furor de pájaro indefenso
se incuba en mi garganta.
Ahora que el verano se deshace
que el corazón tiene el tamaño de mi memoria
cada detalle es un guijarro que el río pule
en su camino.
Y las sombras perezosas se tornan pesadas
sábanas que cubren los espejos
en las casas que quedaron atrás.