sábado, 26 de agosto de 2017

palidofuego: Al sembrador de pánicoLo primero que se apreci...

palidofuego:

Al sembrador de pánico

Lo primero que se apreci...
: Al sembrador de pánico Lo primero que se aprecia en tu mirada es una cierta distancia con aquello que te atañe, y la sonrisa fría como...


Al sembrador de pánico

Lo primero que se aprecia en tu mirada es una cierta distancia
con aquello que te atañe, y la sonrisa fría como cuerda de arco tensada.
Se presiente el derrumbe, y donde hay un derrumbe hay un vacío
en el que prosperan los blancos sepulcros del ocaso.
Han comenzado los ratones del odio suculento
a escarbar tus entrañas.
¿Qué clase de humillación, de bajeza
desamor, rotura, impacto...?
Nadie se pone de acuerdo.
Como perlas rodando en peldaños desteñidos
se rompió el collar de piedad que te unía al noble jade de la inocencia,
Te has bebido los salmos obtusos, los cócteles de tristeza,
 ¿juventud divino tesoro?
y te has convertido en muñeco de ventrílocuo
con la suficiente fortaleza para inflamar las aves acuáticas
las rocas persistentes de la destrucción.
Cómo puedes guiarte por autopistas de odio
con las gafas oscuras llevando hasta las fraguas
esta pasión desbordante, esta muerte a plazo fijo?
Los desvanes que olían a manzanas viejitas
a leche y a madre
son cámaras clausuradas de cenizas suspendidas
y en el centro del laberinto las cobayas
se cuecen a fuego lento.

martes, 22 de agosto de 2017



Creo en los espejos.


Creo en los espejos,
en sus sentencias infalibles
desde su lente de aumento en el centro del azogue.
Cuando entro en sus avenidas
un rayo remoto me atraviesa
como un paso a nivel sin barreras
que invita a arriesgar al otro lado.
Una última protesta, el verano se deshace
como hoja pisoteada
y quiero permanecer en lo conocido
ahora que encontré una dirección cierta
en el edificio con raíces oscuras
de los recuerdos.
Ahora que encontré un banco de jardín
con vistas a una pantalla gigante
de engañosa felicidad y peces
que desovan sentimientos confusos.
Vamos, vamos, no es una tarea sencilla
ni está libre de impurezas
como esas hojas verdes del Montseny
que forman arabescos mientras cruzo en coche
y un leve furor de pájaro indefenso
se incuba en mi garganta.
Ahora que el verano se deshace
que el corazón tiene el tamaño de mi memoria
cada detalle es un guijarro que el río pule
en su camino.
Y las sombras perezosas se tornan pesadas
sábanas que cubren los espejos
en las casas que quedaron atrás.

jueves, 17 de agosto de 2017




Materia oscura


La rueda de la cordura se puso a funcionar
y tú no querías salvarte.
Conocías los terribles secretos escondidos tras los biombos
adivinabas tras las sonrisas gritos como lunas rojas.
El toque de queda, los buenos samaritanos
que aparecen en las películas como héroes
se pusieron a funcionar bajo tus pestañas,
y un caballo espantado
cesó de trotar justo al borde del abismo.
La rueda de la cordura casi te arrolla
su labio colgante tenía el estupor de los cerrojos.
Volverte loco fue una opción
no del todo trágica, una bata difícil
que silencia los fracasos
la tensión opresiva de los hombros
en la ciudad sitiada por los buenos samaritanos.
Por el humo se sabe dónde están
las chimeneas
las islas diminutas donde atracan los náufragos;
se avistan en la distancia las hojas muertas
y sombras como bocas hambrientas. Tú tenías
tu propia opinión al respecto, que nadie escuchaba.
Hay un ejército luchando contra un buey
que baja la testuz y agoniza en ríos de hielo
y ese amor estéril de la rueda de la cordura
contra los árboles derribados por las tormentas
no paraba de rodar. Dejando un bailarín decapitado
que mueve los pies sin ritmo,
oscuridad y cápsulas digeribles con regularidad nocturna.
En ataúd de cristal paseabas tu rostro
de anémona flotando en un mar muerto.
En el eje de la rueda, la lluvia ciega, la leche agria.