Manifiesto
sensible
Peco
de ingenuidad, y lo celebro. Mi zona sensata, alerta, sobria y adulta
me hacía sombra, había tanto espacio en blanco para rellenar, que
sólo venciendo prejuicios alcanzaría la virtud de creer por creer.
Hay
que recorrer un largo camino para llegar al principio, cuando los
hombres y los dioses se tuteaban y las fuentes eran dones de la
tierra sin contaminar. Quiero ser novicia sin clausura, abrir los
porticones a la gracia de pecar con inocencia, como pecan los niños.
Ahora
por fin cayeron tantos ángeles y se quedaron los necesarios para
sostener esta clepsidra y este caracol de concha ligera, y me habita
un bosque manso como una tarde de lluvia con chimenea.
Miro
a mis nietos de tú a tú, y nos comprendemos. Su clarividencia es
tan sutil y tan poderosa, que la confundimos con inocencia. Ver para
ellos es sentir, visionarios en un mundo que se ha quedado pegado a
la última capa de cemento. Lo inmediato es para ellos lo
principal,lo abordado con total ilusión y fe. Hay que ser muy noble
y estar muy vivo para mezclar todos los colores en los lienzos
vírgenes sin perder un solo momento sin dudar de que sabemos todo lo
que sabemos.
Es
verdad: quiero tener una madre joven, como ellos, y no rezarle a una
madre muerta. Pero eso no es posible, las vigas de acero se han
combado lo suficiente para hacerme entender que se puede construir
con esquinas, ángulos, finas redes de viento o de humo, y sobre todo
con risas.
Hay
mucho techo falso, y mucho trampantojo. El tejido conjuntivo pide
segundas y terceras oportunidades. La regeneración del mito, el
despegue de las alas para este vuelo solemne que alcanza cumbres
insospechadas.
Si
me veis cantando en una charca, olvidad mi perfil personal, mis
creencias van saltado de piedra en piedra, ya no disimulo que me
gusta.