Epopeya
Hoy
el cielo es tan claro,
dijiste,
y un gorrión cambió de rama.
Me
estremecí, no hay nada que suceda
por
suceder.
Una
parte de mí temía ofender cuanto de puro
hay
bajo el cielo.
Crear
un ídolo tan grande que nos devorara.
Consagrar
un diamante y rendirme a su brillo.
Porque
veía crecer los ríos
de
carne en nuestras venas.
Porque
creía ser raíz expuesta al viento
y
en este desarraigo, en este torbellino
existía
sin mí, sin tierra o coágulo que anclara mi sustancia.
Porque
girar en ese espacio que resguarda tu aura
y
hacerlo mío, y ser tu yo
rompía
la
cáscara fina, y la frágil criatura que guardaba
temblaría
de frío como todo lo imperfecto
que
busca su lugar, sus alas, su nombre
en
un nuevo bautismo.
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