viernes, 9 de febrero de 2018



Murmura, reza, tiembla.


Hombres y mujeres tomados al asalto
cada mañana
blanqueados como espectros
forman un cortejo de animales talentosos.
Listos para el arado,
la saliva febril, las manos agrietadas
ofrenda para un auditorio de pies fríos.
¡Cómo he podido rebajarme tanto!
se extrañan.
Saltamontes de invencible perseverancia
aclaran sus males con aspirina
y al día siguiente se visten para el fracaso.
Se abren en lágrimas en tórridas noches que arruinan
el dulce látigo del sueño
y lo único que persiguen es desvanecerse
sin ser apuntalados, desoidos, vejados.
¡Confírmenme que existo!
proclaman.
Esta bruna mayoría silenciosa
murmura, reza, tiembla. Se reinventa.
Piedras lanzadas con tino
sobre los moralistas o los directores generales
podrían abrir las aguas del mar Rojo,
pero al irse a dormir sólo quieren desvanecerse en el cajón
de los objetos perdidos
a la espera del saludo
de buenos días.