sábado, 22 de diciembre de 2012

Los tulipanes.....

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jueves, 13 de diciembre de 2012

Entrevista para La Comarcal Edicions


13-12-2012

MaribelMontero

Entrevista a Maribel Montero, autora de ‘Los tulipanes son siempre un buen comienzo’


“Me atraía indagar en la mirada masculina acerca del amor, y profundizar en la lucha generacional”

Maribel Montero ha volgut compartir amb nosaltres alguns dels secrets que amaga la seva primera novela Los tulipanes son siempre un buen comienzo, disponible a través del nostre servei de micromecenatge. En aquesta entrevista ens desgrana les fibres que formen l’entramat d’una historia colpidora i reflexiva.

Los tulipanes son siempre un buen comienzo, ¿es una historia de amor o de desamor?

Efectivamente, se trata de una historia de amor, que contiene a su vez varias historias: por un lado, la relación de Augusto –el hijo – con Lucía, está contaminada por una sospecha de infidelidad. Esta circunstancia vuelve la relación inestable, y la pareja oscila de manera continua en un vértigo de encuentros y desencuentros, de ilusiones y desafectos que acaban por asfixiarla, y que desde luego la hacen muy atractiva para el lector, que a menudo reconoce las dudas, las oscilaciones, los diferentes estados  del alma, en sí mismo.
Por otro lado, la relación de Augusto (padre) con Lucía está llena de interesantes matices.  Cuando el magistrado intenta conquistar a esa mujer, está al mismo tiempo compitiendo con su hijo, buscando sus propios límites, tratando de demostrar- creo que es muy masculino- que él puede ser mejor amante, o llegar más alto- y que la “edad de las mermas”, como él mismo dice en un pasaje de la novela, no ha hecho estragos en su cuerpo y en su espíritu.
Son, pues, dos historias de amor, y son dos personajes que se miran el uno en el otro como en un espejo y que deben resolver un conflicto de identidad, que ya aparece metafóricamente planteado en la coincidencia del nombre de pila.  Y Lucía, siempre ambigua y escurridiza, permite que cada uno de ellos evolucione en la búsqueda del propio camino. Porque ésta es también una historia de comienzos y finales, que transcurre durante los tres meses de verano, un tiempo muy breve e intenso, tras el cual los personajes se acabarán transformando. La evolución del padre pasa por aprender a asumir su derrota, que concluye en un acto desesperado, en una ofrenda con final trágico: la ofrenda de su propia vida. Y la evolución del hijo, redimido de la sombra protectora y agobiante del padre, tomando las riendas, creciendo a través del arte y del descenso al fondo de sí mismo, a cuanto en él hay de bueno y de malo. Aprendiendo a creer en su propia fuerza, a superar las carencias con las que creció.

¿Se dirige a algún tipo de lectores en concreto?

Creo que puede interesar a cualquier persona mínimamente formada. Y puede interesar, porque retrata personajes y situaciones reconocibles. Aunque la novela parte de un conflicto que creo es bastante original- una mujer se interpone entre un padre y un hijo y esto provoca que sus vidas y sus convicciones choquen, que descubran su verdadera personalidad- cuanto sucede en el papel podría proyectarse a una realidad cercana en la que los sentimientos se llevaran al límite, poniendo patas arriba la existencia. El lector es partícipe, no es un sujeto pasivo, es alguien que reflexiona sobre la historia, y que hace sus conjeturas sobre la forma en que acabará. Creo que el tipo de narrador en tercera persona ayuda en este caso, pues está  muy próximo a cada uno de los personajes, y las voces de todos ellos se entrecruzan creando un tapiz muy colorido. Al contemplarlo, el lector puede identificarse con su sentir, entender su postura, o notar cierta repulsa.  Entretanto, puede también deleitarse con las descripciones de la ciudad- Barcelona- del mar o de la casa de verano, y con esa mirada comprensiva y a veces crítica hacia un mundo que ofrecía más seguridades pero que debe dar paso a otra época, otra forma de sentir y de estar.

Usted es poeta y rapsoda, ¿cuánto hay de poesía en esta novela?

Comencé mi andadura como escritora escribiendo poesía. Tanto en mi blog palidofuego como en el resto de mis escritos, me interesa la forma tanto como el fondo. No hay un argumento bueno o malo, sino una forma buena o mala de contar una historia. Soy una “yonki” de la palabra- aunque este término esté por suerte en desuso-. Me apasiona buscar el sustantivo exacto, el epíteto adecuado para retratar una emoción, una escena, un paisaje, una expresión de la cara, un gesto que parece captado al azar… Tanto en mis cuentos para adultos como en el taller de escritura que gestiono hay que disponer de los mínimos elementos para llegar al máximo, a la excelencia. En el taller, por ejemplo, se “desmenuzan”, se desmontan historias cortas: de Borges a Sherwood Anderson, de Sergi Pàmies a Saki… En el cuento cada palabra importa, cada frase debe conducir a la siguiente. Es un aprendizaje diario. La poesía y el cuento exigen mucha atención. Además, si se es capaz de describir con belleza, con elegancia, con profundidad, de hacer introspección y tratar de crear algo que perdure-en un momento en que todo parece tan instantáneo y prescindible- ¿por qué conformarse con lo primero que se te ocurre?
Intento, como digo, que mis textos perduren, que hagan reflexionar y que tengan ese ritmo, ese “tempus”, que se acerquen a la belleza musical que tiene el poema. Si consigo que las palabras y los personajes de mi novela vibren en el corazón de mis lectores, lo habré conseguido.

¿Cómo se gestó Los tulipanes son siempre un buen comienzo?

Comencé a escribirla en 2002, aunque después la dejé reposar. La acción de la novela se sitúa en 1999. Por lo tanto, transcurre casi paralela en el tiempo.
¿Qué cómo surgió? Supongo que fue a partir de la reflexión, de una mirada intuitiva sobre lo que me rodea. Me pareció interesante enfrentar a dos personajes tan opuestos, que además pertenecen a una generación diferente y tienen un vínculo familiar de primer grado. Me atraía como escritora indagar en la mirada masculina acerca del amor, y también me interesaba profundizar un poco en la lucha generacional, en el relevo que por ley de vida toda generación nueva debe tomar. Creé a estos dos personajes antagónicos. Al padre socialmente brillante, con un pasado a sus espaldas, con éxito y reconocimiento profesional, y al hijo, tratando de labrarse un futuro por sí mismo. Lo que no resulta sencillo cuando no has tenido que luchar para sobrevivir y desconoces por tanto las normas que rigen “afuera”, más allá de la situación desahogada y de clase media-alta. No es fácil cuando además tienes que superar otro hándicap: el éxito y el poder de tu progenitor, poder que se ejerce de manera sutil, y que lleva implícitas la protección y el paternalismo, pero que de algún modo también humilla.
Creo que en este aspecto la novela es muy actual. El conflicto generacional siempre ha existido, pero la brecha se ha profundizado aún más a causa de la coyuntura en la que estamos envueltos; las distancias y la tensión se agrandan. Creo que los chicos en algún momento pueden realmente sentir que sus padres son competencia desleal, son usurpadores de su destino, invasivos, por más que el amor y el respeto guíe sus relaciones.

Text: Sílvia Tarragó

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los tulipanes son siempre un buen comienzo, II


                                                            ------------

Por la noche, un conjunto de melodías caía sobre el pueblo rompiendo la oscuridad en miles de notas que convertían la noche en un pasaje fácilmente transitable.
Como si hubieran estado esperando el ocaso del sol, se alzaban de pronto las notas excitadas, rabaneras, lujuriosas, estridentes, amables, sobre las calles de asfalto ardiente, sobre las casas, cuyas terrazas se convertían en dormitorios improvisados, en comedores, en luengos salones donde la conversación flotaba perezosa.
Lucía sentía que se debilitaba ante la música. Era ésta una debilidad porosa, reparadora, semejante a la producida por el sueño. Cualquier compás era capaz de rodearla como un cinturón de seda invisible, con la fuerza centrífuga, absorbente, de un movimiento dirigido a transformarse hasta hacerse eternidad. Incluso aquellos sonidos que empleaban el recurso fácil de la repetición monótona y el regalo al oído y que parecían hechos para la rápida consumición, tenían la capacidad de influir en su estado de ánimo.
La música era una arrebatadora promesa de desvanecimiento, de disolución, la mágica alfombra que le permitía volar y sentirse parte del aire. La ingravidez, la ausencia de peso, de vacilación, el disfrute del alma liberada. Salió al balcón del dormitorio presa del encantamiento musical y se quedó un buen rato suspendida en las vibraciones, en la alquimia instantánea de la sinfonía, esperando anhelante el familiar diálogo de los instrumentos, la batería final de las notas en cascada.
Al llegar este momento giraba sobre sí misma y volvía con el propósito de compartir con Augusto esos instantes. Pero ahí estaba Augusto, desnudo, bello como un Cristo yacente sin heridas en el costado. Con las manos crispadas protegiendo su sexo. Cuando dormía, Augusto ponía las manos descansando entre la almohada y su cara, o bien sobre el sexo. Sus zonas más vulnerables. Estuvo tentada de ir a buscar la cámara y hacer una foto, pero se contuvo pensando que el flash le despertaría. Además, casi nadie quiere que le hagan fotos durmiendo. Tal vez esas fotografías despierten en algunos la repugnancia a la muerte.

http://micromecenatge.lacomarcaledicions.com/productes/los-tulipanes-son-siempre-un-buen-comienzo

viernes, 7 de diciembre de 2012

Los tulipanes son siempre un buen comienzo



Fragmento de la novela "Los tulipanes son siempre un buen comienzo"



..."Tampoco Lucía tenía mucho en común con aquel personaje desbordante, pero es que él ya no deseaba que las mujeres le engulleran como engulle la fuerza aplastante de una desgracia. No. Lucía no era así, pensó con un orgullo decoroso. Pero, ¿quién era Lucía, una embaucadora o un alma blanca, serena, tal como la vio aquella tarde junto a la ventana de la cafetería de la Audiencia?
Absorto en sus reflexiones casi había olvidado que la muchacha se marchó hacía tiempo, y se dispuso a buscarla por toda la casa. Se dio cuenta de que el corazón le latía muy deprisa, mientras subía y bajaba por las frígidas escaleras, y recorría las salas preguntando al personal de servicio si había regresado.
No, nadie la había visto volver, le contestaban. Y con cada no, la sangre acudía a su rostro como una bofetada que lo hacía arder como el rostro de un muchacho enamorado.
Su preocupación era absurda, lo sabía muy bien. Le producía un cansancio gratuito, como los delirios de un  demente. Pero todo era cuestión de organizarse: se mantendría ocupado ordenando papeles en el despacho y cuando llegara por fin Lucía – si es que llegaba- disimularía tan bien, que ella creería que había sido un día sin sobresaltos. Le encontraría tranquilo, fumando en pipa, distraído en ese placer lánguido y noble, y su zozobra sería neutralizada por el grato aroma que perfumaría el aire.
Y como si la casa fuera cómplice de aquel devaneo insufrible, miró incluso en los rincones, en la oscura despensa, en zonas muertas donde no llegaban a veces ni las escobas. Finalmente, acabó en el estudio de pintura. En ese momento, su hijo estaba concentrado en rellenar uno de aquellos lienzos figurativos en los que perdía el tiempo. Su dedicación y su arrobo le parecieron en ese momento un despropósito.
- Lucía está tardando en volver. No sé qué le habrá pasado- dijo, jadeando.
Augusto dio un nuevo brochazo, descargando la brocha con el rigor con el que un director de orquesta maneja la batuta.
- No te preocupes, ya es mayorcita- le contestó, de espaldas a su padre.
De nuevo los dos enfrentándose en silencio. Y de nuevo la respuesta del hijo victorioso, ciego de gloria".

Puedes informarte y reservarla en el siguiente enlace: