lunes, 15 de octubre de 2018



Intimidad

Como las cerillas, ardemos
y es para siempre;
desatamos el luto hasta consumirnos
en la voluptuosa llama que interroga y asciende;
ya fui entregada a mi destino
por eso la audacia
de amar a un hombre que me esquiva.
La certeza de la muerte causa estragos.
Degustamos las alas de una vida pequeña
profanando su misterio
con un gozo íntimo
con un sorbo profundo de carne.
Y el aire que nos avivó nos apaga.
Rompimos el jarrón, la vida aplazada de la hortensia,
el agua se nos fue de las manos.
Todo hablaba del cieno en las manzanas caídas
y del cristal que calibra el alcance de la devastación.
La certeza de la muerte causa estragos
Sé que arderé como cerilla, mas el deseo sigue intacto
el deseo tiene el color de las entrañas vivas
y lo vivo deja buen sabor de boca.
Pienso en la prisión y dibujo una llave
(tal vez no es la llave que abre y cierra este interludio
un ancla con fe en un mar que zozobra)

Hubiera deseado nacer en otra época
escuchar la canción del agua sin prisas
una conversación interminable, lánguida, una salmodia
de suspiros, el temblor nítido de los espejos
en el fluir de la corriente.
Ya mi cera arde sin descanso.