miércoles, 2 de enero de 2013

fragmento de "Los tulipanes siempre son un buen comienzo"




“…Esta desmesura era precisamente su mayor atractivo. Sus pechos, que rebosaban ampliamente las medidas de la blusa y del clásico corsé de su época, parecían mirar desde arriba con el descaro de una raza hecha para los placeres, la admiración y el escándalo. Don Augusto adoraba a su bisabuela, que murió cuando él tenía seis años. La consideraba una especie de madre universal de toda la especie femenina”.


Novela "Los tulipanes siempre son un buen comienzo"


“-¿Cómo es que un flaco puede llegar a sudar tanto?- le dijo un día a Felisa.
-Usted no suda, se acalora, si me permite que le diga.
- ¿Me está diciendo que soy fogoso, Felisa? ¿Fogoso como el que va buscando bragas en el metro, o tetas en la playa, fogoso como el que se asoma con descaro al escote de su secretaria, fogoso como  John Malkovich en aquella película…
Ella bajó la mirada, tan gazmoña, tan aparentemente virginal y modosita, mirando uno de sus relojes- llevaba uno en cada muñeca- el más pequeño y modesto, tan anticuado que parecía un regalo de su primera comunión”.

fragmento "Los tulipanes siempre son un buen comienzo"


Llegaron hasta el cerezo, que aparecía iluminado con una tenue luz que provenía de unos plafones cuadrados encerrados en pequeños nichos en el suelo.
- Mañana mismo mandaré cubrir este árbol- dijo D. Augusto, alzando la cabeza para contemplar el exuberante manto vegetal y aéreo- De lo contrario, los pájaros acabarán por dejarlo pelado. Y eso no sucederá de ningún modo. ¡Nos daremos un festín de cerezas!
Los ojos del magistrado brillaban en la oscuridad del jardín, y adquirieron de pronto la fijeza hipnótica de los de un búho. Se contenía porque tenía miedo de su pasión. Sus labios apretados manifestaban la violenta resistencia de su interior, su apego a la vida y sus dones, que se ofrecían con aparente sencillez como los frutos maduros del árbol que se erguía robusto y concupiscente como el árbol del paraíso. Deseaba que ella hablara, que le diera la réplica para borrar la absurda tristeza que brotaba de lo hondo de su pecho.