“…Esta desmesura era precisamente su mayor atractivo. Sus
pechos, que rebosaban ampliamente las medidas de la blusa y del clásico corsé
de su época, parecían mirar desde arriba con el descaro de una raza hecha para
los placeres, la admiración y el escándalo. Don Augusto adoraba a su bisabuela,
que murió cuando él tenía seis años. La consideraba una especie de madre universal
de toda la especie femenina”.
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