El
aura
Tantas
veces se nace y se muere...
se
rompe una y se recompone,
que
el pasado resulta extraño
y
el futuro es una pieza suelta colgando
como
cornisa inestable.
Hoja
zarandeada, tu cuerpo tan sensible al dolor
fue
arrastrado entre el fango violento
y
suplicaste una y mil veces piedad
como
suplica el que, sin llegar a caer,
tampoco
vence.
Te
aferras a los ritos,
a
baladas que alimentan anillos de calma
y
repetición. Tal vez sientas añoranza del agua que bebiste
y
del pan que comiste ( aquel agua no existe, aquel pan
desapareció)
Alza
la cabeza y deslízate confiada como un cisne.
Reconocerás
tu grandeza, y el corazón
estará libre para las siguientes venas.
No
temas, estás a salvo, tu alma camina segura
ella
tiene un cerrojo,
pero
nunca perdió la llave.
Más allá del grito,
de
la emoción soluble,
resplandece
el aura como una flor de terciopelo.
No
importa que las manos desesperen
las
manos de tierra viva
tarde
o temprano tendrán su pan servido
la
música y los azahares que trastocan los sentidos.
Y
el nudo que tejes
será
desatado en un juego de estaciones y hechizos.
La
larva, la diminuta larva que se asusta cuando contempla
la
inmensidad del universo,
será
indultada en la ceremonia azul de las estrellas
en
el vaivén del aliento
y
los zapatos del regreso.
Asumes
la condición de prórroga.
Aunque
sólo tengas una rama como hogar
en
este sitio que no es el tuyo
que
observas con ojos incrédulos.
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