Girasoles
marchitos.
Imposible
descifrar la profecía
en los
cielos bajos de las tormentas;
una
intimidad abstracta cubre tus huesos
de
sombras y pasos indecisos.
Un cofre
de amnesia y aspereza
guarda
un viento fumigador de semillas.
¿Dónde
quedaron tus cantos y tus vuelos
tus ojos
ávidos, las aguas dulces serenas
de tus
espejos?
El flujo
detenido roba las perlas,
y los
mensajes regresan como un himno de marchitos girasoles.
Los
listones, clavados en la pared alzan trojes diminutas
irrespirables.
Tu
cabeza sobresale por encima del techo como Alicia.
Algo se
mueve arriba, mas la dura tierra multiplica tu ambición de más
tierra
y de
estiércol abonado.
Será la
mortaja el único rescoldo de este fuego
cuando
los girasoles agachen la cabeza en terrones calizos.
Muere la
primavera, la última flor se secó en tu mano,
sin
piedad la tomaste y la devolviste tras exhalar su perfume.
Aún no
has recogido frutos,
las
pepitas de oro están en el magma de tus ríos
y tu voz
se consagra en el templo de tu garganta.
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