sábado, 11 de agosto de 2018




Girasoles marchitos.

Imposible descifrar la profecía
en los cielos bajos de las tormentas;
una intimidad abstracta cubre tus huesos
de sombras y pasos indecisos.
Un cofre de amnesia y aspereza
guarda un viento fumigador de semillas.
¿Dónde quedaron tus cantos y tus vuelos
tus ojos ávidos, las aguas dulces serenas
de tus espejos?
El flujo detenido roba las perlas,
y los mensajes regresan como un himno de marchitos girasoles.
Los listones, clavados en la pared alzan trojes diminutas
irrespirables.
Tu cabeza sobresale por encima del techo como Alicia.
Algo se mueve arriba, mas la dura tierra multiplica tu ambición de más tierra
y de estiércol abonado.
Será la mortaja el único rescoldo de este fuego
cuando los girasoles agachen la cabeza en terrones calizos.
Muere la primavera, la última flor se secó en tu mano,
sin piedad la tomaste y la devolviste tras exhalar su perfume.
Aún no has recogido frutos,
las pepitas de oro están en el magma de tus ríos
y tu voz se consagra en el templo de tu garganta.




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