Julieta
no se detiene
En
sus ojos crédulos brilla una promesa redonda
un
satélite que orbita los siglos.
Y
son pestañas, fragilidad, cuchillo
las
frondosas capas de los que se aman.
No
hay tristeza en sus axilas, sus bocas vuelan
sin
importar los truenos.
Las fisuras, los rostros demacrados, para después
sólo
hay antes para ellos, ahora y siempre.
Qué
sacerdocio, qué estragos de dedicación y de apertura
En
rodeos de plumas se comen y se beben
abocados
a la leyenda del ángel sin piedad
del
martirio del jazmín que marchito, canta su aroma
desflorado.
Detonación
de seda, sus pechos en precario.
Lluvia
vaporosa fumiga sus corazones.
Julieta inicia el drama sin vencimiento,
ahonda
en cielos que disparan
las
redes febriles de las amapolas.
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