lunes, 30 de septiembre de 2019



Infancia
Mi infancia son horas,
días inmensos
de flores narcóticas en las paredes.
¿Qué blanco pájaro se posó en mi lengua
qué tristeza en mis lunas?
La visitación del ángel era incierta
y el barro en los zapatos, un mapa ciego
 en el vasto tejido de la tarde.
El viejo despertador rompía el silencio
y lo clavaba en mi pecho transparente de dolor.
Todo era ausencia o sobresalto
para mi corazón sin vacunar
Aprendía de las ventanas sucias
la gravedad de mi sexo denostado,
el fugaz resplandor, la caída
ante el consejo de ancianas
que marcaban con cruces de ceniza
a las que se entregaban en el pinar.
Yo esperaba la manzana primera
deseaba el mordisco
no la diadema de malvas, no los aros del sostén.