miércoles, 11 de julio de 2012

Cómo rimar "oro" con "toro"

La poesía está íntimamente relacionada con el hambre. El poeta escribe con el estómago vacío- tal vez por eso en los recitales de poesía se suelen servir canapés y bebidas que además de aplacar el hambre y la sed aplacan la trascendencia a menudo insoportable de símiles y metáforas-
No son muchos los poetas que viven de la poesía; en cambio, son legión los poetas idealistas- tal vez sea una redundancia- que dedican buena parte de su tiempo a rimar "oro" con "toro", mientras el grifo de la cocina gotea insistente porque se ha roto la válvula o la canilla. El poeta tiene cosas mucho más importantes que hacer que empuñar una llave inglesa. El poeta tiene que escuchar la voz del viento y por eso, únicamente por eso, le molesta que el grifo de la cocina gotee con su monótono compás, abocándole sin remedio a un exilio de ideas. No hay piedad para ese hombre solitario y vagabundo que trata de ordenar el caos y sólo consigue de vez en cuando un soneto más o menos brillante que fue concebido tras una lectura atenta de Garcilaso, y que nació con vocación de permanecia en una época en la que todo es efímero, liviano, y en la que la franqueza que surge del inconsciente aterroriza.
 El poeta es un impostor: no salva vidas, a pesar de que en su delirio de ángel anunciador se arrogue la facultad de ser médico del alma. Sin embargo, a menudo se conforma con arrancar una sonrisa, o una lágrima, de explorar con gracia una emoción latente. Mientras señala la paradoja del amor, la pulsión  del miedo, el sexo o el deseo, el grifo de la cocina sigue goteando y él se refugia en el monte Parnaso, conducido por las musas, embriagado por los endecasílabos y las rimas consonantes.
¡Pobre poeta que se ve arrastrado sin piedad por la corriente más prosaica de la vida, por unos hijos que tiran de su chaqueta y reclaman una tarde en el Mc'Donalds, por su mujer, que necesita una funda para un diente, por el grifo que gotea, el presidente de la comunidad de vecinos que pide una nueva derrama, y por su madre anciana, que ya ni se queja de sus espaciadas visitas!
¿Qué hay de lo mío?, le preguntan al poeta, como un coro griego que interrumpe de forma indigna y desesperante el que estaba a punto de ser su mejor poema. Él sólo quería rimar "oro" con "toro", y llevar una vida bohemia al estilo Dylan Thomas, ganar algún concurso, publicar en Hyperion, dedicarle un libro a su esposa la mártir y salir indemne de la zambullida a pleno pulmón en el océano de la locura. 
El grito de ese poeta es un grito universal.Su esfuerzo por comprender los misterios del corazón es un esfuerzo colectivo, porque el mundo es un lugar inhóspito con grifos que gotean e hijos que reclaman, pero hay cosas que también deben ser atendidas, aunque requieran un especial desvelo al que él- no lo dudéis- también opone la resistencia, la resistencia del que cumple una misión bella pero ingrata.
El poeta debe lanzar y recoger al mismo tiempo ese grito. De lo contrario, se perderán las secretas nostalgias y la melancolía del alma, y las verdades que importan se quedarán sin palabras que las arropen, y esta verdad muda golpeará con fuerza a los hombres futuros.



3 comentarios:

Carlos Boró dijo...

Palabras que no cansan, son palabras eternas...

felicidades.

palidofuego-palidofuego.blogspot.com dijo...

Estoy de acuerdo, Rumoroso. Esas palabras además deben ser recordadas porque la poesía nunca es un simulacro, y vivimos la época del simulacro y la adulteración. Ni los filósofos ni los poetas suelen ser escuchados, y por eso nos va como nos va, ¿no te parece?

Calma en días de tormenta (Darilea) dijo...

Mientras halla poetas, habrá poesía y seguirán los soñadores soñando despiertos, es lo único que se pueden permitir, hoy en día.
:) Un saludo, espero volver a coincidir pronto en Zero Art