martes, 13 de marzo de 2018




Círculo vicioso.



Los lentos dinosaurios de los años se pulen
en tempestades ciclicas.
                           
                    La fortaleza de la juventud es más osadía que valor.

Quedan las corrientes como tambores en el patio, las arcillas dormidas en el desvan,

quedan los actos,
                     aunque no siempre me reconozco en ellos.

Todos los dedos juntos en plegaria no pueden detener el tiempo
                     
 El tiempo es ese perro que busca su propia cola.

A veces soy una extraña, y asumo la cicatriz pero me ahogo en la herida.

Miro hacia aquella de trenzas que cantaba firme,
                      y el trazo de tiza se desdibuja

el nervio vivo resistió la embestida y como un imperio marchito,
como lluvia desteñida
                       pasea su estupor entre colmenas deshechas. 

Los gallos en la alacena estaban huecos por dentro,
fue el descubrimiento más terrible,

y los ríos acababan en prados donde sólo el buey se saciaba.

No había mares para desovar canciones.

Estoy amando por amar.

Soy una rosa temprana, la escarcha ya heló mi corazón.