jueves, 8 de noviembre de 2018




Epopeya


Hoy el cielo es tan claro,

dijiste, y un gorrión cambió de rama.

Me estremecí, no hay nada que suceda

por suceder.

Una parte de mí temía ofender cuanto de puro

hay bajo el cielo.

Crear un ídolo tan grande que nos devorara.

Consagrar un diamante y rendirme a su brillo.

Porque veía crecer los ríos

de carne en nuestras venas.

Porque creía ser raíz expuesta al viento

y en este desarraigo, en este torbellino

existía sin mí, sin tierra o coágulo que anclara mi sustancia.

Porque girar en ese espacio que resguarda tu aura

y hacerlo mío, y ser tu yo

rompía

la cáscara fina, y la frágil criatura que guardaba

temblaría de frío como todo lo imperfecto

que busca su lugar, sus alas, su nombre

en un nuevo bautismo.





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