martes, 13 de febrero de 2018


Carne sellada

Que estaba atrapada en el muro de su propia carne
lo entendió de golpe
con la resolución de la sangre.
Hubo más advientos, y algunos hitos sellados
(lo vulnerable de su cuerpo,
la consagración y los cerrojos)
Era mujer,  y no siempre podía alzarse
para alcanzar la gloria de los sombreros.
Sus zarcillos se enredaban en las orejas
perforadas convenientemente por sus madrinas.
El estado de pánico le llovía en la oscuridad
embozados olían la carne tras el muro
de yedras.
Su rostro sin rostro se mimetizaba con su canto sin canto
persiguiendo azucenas y el tacto de las sedas.
Como un derviche con tacones de fuego se adentraba en el
foso diamantino de las huríes.
Construyó un templo que cuidaba sin descartar del todo su ruina
sabiendo que un árbol de bondad temblaba en sus raíces sin huida.
En esta red de flores agitadas la carne se rindió
a su propio peso, como un minotauro que se recrea 
en su propio laberinto.